martes, 20 de agosto de 2013

Día del Niño.

Muchas veces en la historia de nuestro país las fechas importantes se han cargado de connotaciones diferentes a las que tuvieron en su origen. Así, por dar sólo un ejemplo, es muy usual reconocer a empresas de estética femenina impulsando promociones por el día de la mujer, fecha que recuerda a un hecho eminentemente político y de reivindicación social.

Del mismo modo, El establecimiento de una fecha para el festejo del día del niño en nuestro país fue impulsado por la Cámara Argentina de la Industria del Juguete, con el objeto de dar un incentivo a las ventas del sector; siendo los fines que propulsaron esta conmemoración de corte claramente mercantil o comercial. Hecha esta consideración, queremos de cualquier manera aprovechar esta eventualidad como excusa para pensar algunas cuestiones.

Partimos de la consideración de la infancia como categoría construida desde distintas miradas en cada contexto sociohistórico. La misma tiene una clara connotación social, y se llena de contenido de acuerdo a los valores, ideas y representaciones sociales de cada cultura, disputados bajo la luz de luchas políticas, instaladas y sostenidas por diferentes actores sociales.

Si realizamos un breve recorrido por las formas de construcción de la infancia y de las políticas de infancia en la Argentina, desde los aportes de la historiografía, nos encontramos con que ésta comienza a constituirse como “tema de agenda” con la aparición de la cuestión social en nuestro país, alrededor de 1880. En un primer momento, eran las instituciones de caridad y de filantropía, privadas y de carácter religioso, las que intervenían en el asunto. La respuesta del Estado comenzó a tener lugar con posterioridad, mediante la instauración del Patronato de Menores, y de la sanción de la Ley 10.903 o Ley Agote, en el año 1919. Este modelo de intervención, basado en la doctrina de la situación irregular, construida de acuerdo a los criterios del positivismo criminológico, considera al niño como un objeto de la tutela del Estado, como un ser incompleto, adaptado, que requiere ayuda para su incorporación en la sociedad. La intervención del Estado, en este marco, está orientada a su control y disciplinamiento, teniendo como eje la criminalización y la judicialización de la infancia, pero fundamentalmente, de la pobreza en la infancia, considerando al niño como sujeto material y moralmente riesgoso, siendo la institucionalización de niños y/ o adolescentes la respuesta por excelencia.

Muy pocas fueron las modificaciones en cuanto a la particular situación de la infancia en las siguientes décadas. No fue hasta 1990 cuando Argentina adhirió a la Convención Internacional de los Derechos del Niño; sin embargo, no hubo una adecuación legal ni institucional a la misma, sino hasta quince años más tarde, tiempo durante el cual se continuó reproduciendo el paradigma de la situación irregular. Fue en 2005 que se sancionó, en Argentina, la Ley 26.061, “De protección integral de los derechos de niños, niñas y adolescentes”; basada en la comprensión de éstos como sujetos de derechos, en pos de cuyo cumplimiento y garantía el Estado, la Sociedad Civil y la Familia tienen responsabilidades y obligaciones. De esta manera, se busca articular las medidas e intervenciones referidas a la niñez en un Sistema de Protección Integral de Derechos para niños, niñas y adolescentes; donde el objeto fundamental es la preservación y restitución de derechos en las oportunidades en que estos son vulnerados o corren riesgo de serlo; así como la reparación de sus consecuencias.

En nuestra provincia, la adhesión a esta concepción de la infancia se produjo en el año 2008, con la sanción de la Ley 9861, “Ley de Protección Integral de los Derechos del Niño, el Adolescente y la Familia”. Este paradigma, sustentado en la categoría del Interés Superior del Niño, tiene en su base políticas públicas básicas y universales, necesarias para su pleno desarrollo. Lo realizado en materia de educación, salud, recreación, desarrollo de bienes culturales en los últimos años, durante la conducción de nuestro gobernador, Sergio Urribarri, es tributario de esta noción.

Y si bien la adecuación de las instituciones y de los modos de intervención de las mismas a la letra de la ley es un proceso que requiere de tiempo y de modificaciones en la propia estructura de pensamiento de la sociedad –en lo instalado, incluso, desde el sentido común-, consideramos que los avances producidos en estos años han sido invaluables. El reconocimiento del niño como persona independiente, con deseos, necesidades, sueños, constituye una conquista de la cual no es posible retroceder.

Es así que en este marco, el mejor aporte posible es aquel que contribuya a que los niños puedan disfrutar de su infancia como tales. Las banderas de la abolición de la violencia y del trabajo infantil se levantan mediante luchas políticas, y en esto no existen grises ni puntos medios. El desafío es profundizar el trabajo sostenido en los últimos años, desde el lugar que a cada uno le toca para que, como enarbolaran nuestra querida Eva hace tiempo y nuestra presidenta en la actualidad, en este gobierno sigan siendo los niños los únicos privilegiados.